¡Que no se te pierda el alma!
Un cazador africano y un cazador blanco, recién llegado al
continente, emprenden una travesía a pie hasta el lugar en que se suponía
encontrarían sus presas. El recorrido desde la aldea hasta la zona de caza podía
llevar varias horas o días de caminata.
El cazador extranjero, con hábitos y ritmos muy diferentes
al de los nativos, comenzó entusiasmado a caminar… dos horas, tres horas, ¡ocho
horas de caminata sin parar! Y todavía faltaba. Hasta que, en determinado
momento, el cazador africano decide aprovechar la sombra de un árbol y se
sientan a descansar.
Sorprendido y con el sentido de urgencia a flor de piel, el
cazador blanco se vuelve para preguntarle qué ocurría, siendo que, con un cuerpo
fuerte y conocedor de la zona, no debería haber tenido ningún problema para
continuar el viaje:
-
¿Por qué te detienes si aún falta largo trecho
para llegar a destino?
A lo que el cazador nativo, con tranquilidad por conocer sobre
los ritmos de la naturaleza le responde:
-
Llevamos varias horas caminando a buena
velocidad y pronto llegaremos. Mi cuerpo no presenta dificultad alguna, pero al
ir tan rápido, tenemos que esperar un tiempo para permitir a nuestras almas que
nos alcancen. Si avanzamos muy de a prisa, ellas pueden alejarse demasiado,
perderse y ya no encontrarnos más.
Este cuento africano que había leído hace un tiempo, cada tanto vuelve a mi memoria. Ya que no son pocas las veces que, por estar enfocados en una meta,
olvidamos que el proceso es parte del todo. Que al fin, la vida es un proceso
continuo de evolución hacia el desarrollo de uno mismo; hacia la búsqueda de
experiencias que nos permitan acercarnos a nuestra identidad, esa que está más
allá de los nombres, de las profesiones, de la nación y de las circunstancias
en que nos encontremos.
Embebidos en el afán de alcanzar y acumular resultados, atropellamos
todo tipo de ciclo y olvidamos las etapas de los procesos. Tal vez podamos aprender a
organizar nuestras acciones de tal forma que encontremos el ritmo justo entre
actividad y descanso para recordar que de vez en cuando, tenemos que frenar
para permitir que el alma nos alcance nuevamente y apurados por llegar a
destino, no perderla en el camino.
Franco P. Soffietti
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