La sociedad será
mejor en la medida que yo sea mejor
Hace aproximadamente 2551 años nacía el filósofo y político
Confucio en China. Este ejemplar ser humano dedicó su vida a reflexionar sobre
la justicia, sobre cómo ser una persona justa y cómo lograr una sociedad justa.
Es llamativa la coincidencia entre las enseñanzas de este
filósofo chino y las de Platón en Grecia, sobretodo aquellas relatadas en el diálogo
La República. Para ambos personajes, que velaron por encontrar la forma de
llevar adelante ciudades arquetípicas o ideales, la clave estaba en cada uno de
los seres humanos. Si una ciudad es el conjunto de mujeres y hombres, es lógico
pensar que cada sociedad va a tener las características de aquellos que la
conforman.
Así como una pintura será armónica en la medida de que
cada uno de los colores sea bello; que los trazos sean estéticos; que la relación
entre los colores y las texturas sea equilibrada, lo mismo con las ciudades. Una
ciudad sería ordenada, bella y justa, mientras cada uno de sus habitantes
también lo fueran. Y ser ordenado no es ser estructurado; ser bello no es estar a
la última moda o responder a los cánones de cada país y de cada tiempo; ser
justo no es ser moralista.
Para ambos filósofos, la política y la ética estaban
estrechamente relacionadas. La ética era encontrar la conducta justa en uno
mismo, mientras la política consistía en plasmar la justicia a nivel social. Y
para Platón no había persona más cobarde que aquel que sabía que era lo justo no
lo hacía. Esta misma frase fue atribuida a Confucio.
El problema es que, en nuestra pérdida global de ideales, de
principios y de fines, también olvidamos qué es ser justos. ¿Cómo aprender
sobre la justicia, la ética y la coherencia? Para Confucio y para Platón la
educación era el único modo de lograrlo. La educación y la voluntad de uno
mismo en poner en práctica lo aprendido. Una educación basada en los valores
humanos y en las virtudes; una educación que tomara a la naturaleza como máximo
ejemplo a seguir y a las generaciones que nos contiúan, como aquellos en
quien depositar el ejemplo.
La política, tan vapuleada al día de hoy, destrozada por
políticos que más se asemejan a animales que a seres humanos, era el eje para
alcanzar la concordia entre mujeres y hombres. Esta disciplina iba a ser el
arte y la ciencia de guiar a los seres humanos. ¿Pero guiarlos a dónde? A que
cada uno lograra dar lo mejor de sí mismo en pos de la convivencia.
Podríamos plantear numerosas definiciones sobre la ética y
la conducta moral de los seres humanos, pero una característica que
probablemente sea común a todas las definiciones, es que la ética viene de la
mano de la coherencia. La coherencia entre pensamientos, sentimientos y acciones es
fundamental para considerar que uno es ético.
Pero con esto no es suficiente,
ya que uno podría ser un estafador. Supongamos que pensamos muy bien la estafa;
regulamos nuestras emociones para poner “cara de póker” mientras la realizamos
y finalmente concretamos la estafa. Nos sentimos George Clooney en “Ocean’s
Eleven”, pero aquí estaríamos siendo coherentes y no éticos.
La ética además debe surgir desde los valores humanos,
aquellos que se encuentran en el fondo de nuestras personalidades y que nos
unen como personas. Estos valores como la honestidad, la valentía, la humildad,
la perseverancia, la constancia, la paciencia y así podríamos seguir por largo
rato, son tan válidos hoy como lo fueron hace 2500 años como lo serán dentro de
2500 años.
Por mas que los tiempos, las sociedades y las modas cambien,
los valores humanos seguirán presentes en el interior del ser humano. Y unir
nuestros pensamientos, nuestras emociones y nuestras acciones a estos valores,
nos convertirá en seres humanos capaces de llevar adelante una ciudad ideal.
Mientras buscar la armonía en la sociedad sea nuestro
centro y sea más importante que los deseos egoístas de cada uno, más cerca
estaremos de lograr sociedades justas. Mientras cada uno de nosotros sea
mejores, mejores serán nuestras ciudades. Recordamos una vez más a Confucio cuando decía que: “Una sociedad será mejor
en la medida que cada uno de sus individuos sea mejor”.
Franco P. Soffietti
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