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terça-feira, 7 de julho de 2020

La sociedad será mejor en la medida que yo sea mejor



La sociedad será mejor en la medida que yo sea mejor

Hace aproximadamente 2551 años nacía el filósofo y político Confucio en China. Este ejemplar ser humano dedicó su vida a reflexionar sobre la justicia, sobre cómo ser una persona justa y cómo lograr una sociedad justa.

Es llamativa la coincidencia entre las enseñanzas de este filósofo chino y las de Platón en Grecia, sobretodo aquellas relatadas en el diálogo La República. Para ambos personajes, que velaron por encontrar la forma de llevar adelante ciudades arquetípicas o ideales, la clave estaba en cada uno de los seres humanos. Si una ciudad es el conjunto de mujeres y hombres, es lógico pensar que cada sociedad va a tener las características de aquellos que la conforman.

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Así como una pintura será armónica en la medida de que cada uno de los colores sea bello; que los trazos sean estéticos; que la relación entre los colores y las texturas sea equilibrada, lo mismo con las ciudades. Una ciudad sería ordenada, bella y justa, mientras cada uno de sus habitantes también lo fueran. Y ser ordenado no es ser estructurado; ser bello no es estar a la última moda o responder a los cánones de cada país y de cada tiempo; ser justo no es ser moralista.

Para ambos filósofos, la política y la ética estaban estrechamente relacionadas. La ética era encontrar la conducta justa en uno mismo, mientras la política consistía en plasmar la justicia a nivel social. Y para Platón no había persona más cobarde que aquel que sabía que era lo justo no lo hacía. Esta misma frase fue atribuida a Confucio.


El problema es que, en nuestra pérdida global de ideales, de principios y de fines, también olvidamos qué es ser justos. ¿Cómo aprender sobre la justicia, la ética y la coherencia? Para Confucio y para Platón la educación era el único modo de lograrlo. La educación y la voluntad de uno mismo en poner en práctica lo aprendido. Una educación basada en los valores humanos y en las virtudes; una educación que tomara a la naturaleza como máximo ejemplo a seguir y a las generaciones que nos contiúan, como aquellos en quien depositar el ejemplo.

La política, tan vapuleada al día de hoy, destrozada por políticos que más se asemejan a animales que a seres humanos, era el eje para alcanzar la concordia entre mujeres y hombres. Esta disciplina iba a ser el arte y la ciencia de guiar a los seres humanos. ¿Pero guiarlos a dónde? A que cada uno lograra dar lo mejor de sí mismo en pos de la convivencia.

Podríamos plantear numerosas definiciones sobre la ética y la conducta moral de los seres humanos, pero una característica que probablemente sea común a todas las definiciones, es que la ética viene de la mano de la coherenciaLa coherencia entre pensamientos, sentimientos y acciones es fundamental para considerar que uno es ético.

Pero con esto no es suficiente, ya que uno podría ser un estafador. Supongamos que pensamos muy bien la estafa; regulamos nuestras emociones para poner “cara de póker” mientras la realizamos y finalmente concretamos la estafa. Nos sentimos George Clooney en “Ocean’s Eleven”, pero aquí estaríamos siendo coherentes y no éticos.

George Clooney SLAMS Ocean's Eleven – 'Have you ever seen it ...

La ética además debe surgir desde los valores humanos, aquellos que se encuentran en el fondo de nuestras personalidades y que nos unen como personas. Estos valores como la honestidad, la valentía, la humildad, la perseverancia, la constancia, la paciencia y así podríamos seguir por largo rato, son tan válidos hoy como lo fueron hace 2500 años como lo serán dentro de 2500 años.

Por mas que los tiempos, las sociedades y las modas cambien, los valores humanos seguirán presentes en el interior del ser humano. Y unir nuestros pensamientos, nuestras emociones y nuestras acciones a estos valores, nos convertirá en seres humanos capaces de llevar adelante una ciudad ideal.



Mientras buscar la armonía en la sociedad sea nuestro centro y sea más importante que los deseos egoístas de cada uno, más cerca estaremos de lograr sociedades justas. Mientras cada uno de nosotros sea mejores, mejores serán nuestras ciudades. Recordamos una vez más a Confucio cuando decía que: “Una sociedad será mejor en la medida que cada uno de sus individuos sea mejor”.

Franco P. Soffietti


domingo, 7 de junho de 2020

¡Que no se te pierda el alma!



¡Que no se te pierda el alma!

   Un cazador africano y un cazador blanco, recién llegado al continente, emprenden una travesía a pie hasta el lugar en que se suponía encontrarían sus presas. El recorrido desde la aldea hasta la zona de caza podía llevar varias horas o días de caminata.

   El cazador extranjero, con hábitos y ritmos muy diferentes al de los nativos, comenzó entusiasmado a caminar… dos horas, tres horas, ¡ocho horas de caminata sin parar! Y todavía faltaba. Hasta que, en determinado momento, el cazador africano decide aprovechar la sombra de un árbol y se sientan a descansar.

   Sorprendido y con el sentido de urgencia a flor de piel, el cazador blanco se vuelve para preguntarle qué ocurría, siendo que, con un cuerpo fuerte y conocedor de la zona, no debería haber tenido ningún problema para continuar el viaje:

       -          ¿Por qué te detienes si aún falta largo trecho para llegar a destino?

   A lo que el cazador nativo, con tranquilidad por conocer sobre los ritmos de la naturaleza le responde:

       -          Llevamos varias horas caminando a buena velocidad y pronto llegaremos. Mi cuerpo no presenta dificultad alguna, pero al ir tan rápido, tenemos que esperar un tiempo para permitir a nuestras almas que nos alcancen. Si avanzamos muy de a prisa, ellas pueden alejarse demasiado, perderse y ya no encontrarnos más.


   Este cuento africano que había leído hace un tiempo, cada tanto vuelve a mi memoria. Ya que no son pocas las veces que, por estar enfocados en una meta, olvidamos que el proceso es parte del todo. Que al fin, la vida es un proceso continuo de evolución hacia el desarrollo de uno mismo; hacia la búsqueda de experiencias que nos permitan acercarnos a nuestra identidad, esa que está más allá de los nombres, de las profesiones, de la nación y de las circunstancias en que nos encontremos.

   Embebidos en el afán de alcanzar y acumular resultados, atropellamos todo tipo de ciclo y olvidamos las etapas de los procesos. Tal vez podamos aprender a organizar nuestras acciones de tal forma que encontremos el ritmo justo entre actividad y descanso para recordar que de vez en cuando, tenemos que frenar para permitir que el alma nos alcance nuevamente y apurados por llegar a destino, no perderla en el camino.

Franco P. Soffietti

terça-feira, 7 de abril de 2020

Hay quienes dicen que estamos viviendo una nueva edad media…


Hay quienes dicen que estamos viviendo una nueva edad media…


     Hace un tiempo leí un par de artículos[1] que decían que estamos viviendo en una nueva edad media. Sorprendido, como cada vez que uno se enfrenta a lo desconocido y es tomado por sorpresa, “salté” mentalmente hacia atrás y dije, “jjjmmm…”. Pero continué leyendo ya que algo me resultaba familiar en la idea. Igualmente, extraño porque en el secundario no habíamos estudiado nada relacionado, y menos en la facultad; los canales de noticia no decían nada al respecto. Ni siquiera los blogs que versan sobre innumerables conspiraciones y que suelen estar en la cresta de la ola de las informaciones secretas a punto de revelarse.

     Tratemos de reflexionar si esto es posible:

¿A qué se llama Edad Media?


     Si nos vamos hacia atrás en el tiempo, la idea de comprender la historia en edades resulta tan antigua como el propio ser humano probablemente ya que puede observarse dentro de los relatos orales y escritos de antiguas civilizaciones.

     Entre algunos de los ejemplos que hoy nos llegan, podemos ver en el Mahabharata, libro sagrado de la tradición hindú con al menos 5000 años de antigüedad, que el tiempo está compuesto por cuatro “yugas” o eslabones. Estas cuatro etapas “comienzan” con una Edad de Oro, llamada Satya Yuga y atravesando tiempos relacionados con la plata y el cobre, se llega con una Edad de Hierro, conocida como Kali Yuga.

     Así mismo Hesíodo en Grecia, hacia finales del siglo VIII a.C. en su poesía Trabajos y días relata que la humanidad atravesó 5 edades a lo largo de su existencia hasta nuestros días. En la Edad de Oro mujeres y hombres vivían como dioses, pero fueron degenerándose hasta alcanzar la actual estirpe de Hierro, donde los humanos, nunca exentos de fatiga, estarán sujetos a ásperas y constantes preocupaciones. Nociones semejantes pueden encontrarse también en escritos de Ovidio, en las civilizaciones de América o de China, por ejemplo.

     Si bien estas edades nos hablan de ciclos largos -podríamos decir cósmicos-, el tiempo era visto como fractal, o sea que las mismas leyes para el macrocosmos, se aplicarían en esferas más “pequeñas”. Es fácil ver estos conceptos durante el día, por ejemplo, cuando el Sol alcanza su punto más alto en el cielo y en la noche se esconde bajo la superficie; o también en las estaciones del año. Los seres humanos, por ser parte de la naturaleza, no estamos exentos y también tenemos un nacimiento, alcanzamos nuestro “mediodía” en la juventud y a partir de ahí nos vamos preparando paulatinamente para nuestro invierno.


                ¿Qué características tienen las edades de oro?

     Para los hindúes, la Satya Yuga es el período donde la virtud en los hombres está completa; donde se vive en armonía entre todos los planos y seres, semejante a las épocas en que gobernaban los dioses (según tradiciones egipcias, por ejemplo).

     Según Hesíodo, los primeros humanos de dorada estirpe:

“Vivían como dioses, con el corazón libre de preocupaciones, sin fatigas ni miseria; no se cernía sobre ellos la vejez despreciable, sino que, siempre con igual vitalidad en piernas y brazos, se recreaban con fiestas, ajenos a cualquier clase de males. Morían como sumidos en un sueño…”


                ¿Y las edades de hierro?

     Las edades oscuras, que llevan este nombre por la falta de claridad en las personas, encuentran características coincidentes tanto los relatos hindúes como griegos. Algunas de ellas son:



         ·         La virtud se ve disminuida en mujeres y hombres.
         ·         Las instituciones caen en desuso y los gobernantes se vuelven irrazonables.
         ·         Impondrán impuestos injustos y se convertirán en un peligro para el mundo.
         ·         El crimen alimentará las ciudades y las personas migrarán.
         ·         La avaricia, la ira, la ignorancia y la lujuria serán costumbres.
         ·         Ni los pueblos ni sus habitantes encontrarán un sentido común o natural, olvidando para qué viven.
         ·         Las personas se volverán adictas a la falsedad al hablar, a las bebidas y drogas intoxicantes.
         ·         Los justos y los honrados no obtendrán reconocimiento, por el contrario, se beneficiarán los malhechores y los hombres violentos.
         ·         Los amigos no apreciarán a los amigos y los hermanos no se querrán como antes.
         ·         En esta época las estrellas y los grupos estelares estarán destituidos de brillantez[2].



Entonces…, ¿a qué se llama edad media?

     En todas sus escalas, la concepción del tiempo estuvo sujeta a períodos que oscilan entre puntos altos y puntos bajos. Por lo tanto, las sociedades y los mismos seres humanos estaríamos constantemente moviéndonos entre etapas “de oro” y etapas “oscuras”.

     En base a las tradiciones filosóficas, se puede decir que la humanidad alcanza un zénit cuando las culturas están vivas, y esto ocurre cuando los valores humanos alimentan a los pueblos y la virtud es el anhelo de las personas.

     Como contrapartida, en las edades de hierro prima el egoísmo, la búsqueda de reconocimiento personal sobre el bien común, se ignora el sentido de las cosas y se encuentra refugio en el materialismo. Las personas así viven sujetas al miedo.

     Como el tiempo oscila, luego de un punto alto, comienza el descenso hacia una edad media, para luego volver a ascender a nuevos tiempos dorados.

Las edades medias, son aquellas épocas de la historia que se encuentran entre medio de dos edades de oro. De ahí su nombre.



¿Tiene esta, algún parecido con la Edad Media que todos conocemos?

     Podemos encontrar numerosas similitudes con la edad media que transcurrió entre el siglo V y el siglo XV de nuestra era. Imagínense su dimensión, que duró 1000 años. Estas coincidencias, no son en la forma de los sucesos, pero si en la esencia de los mismos.

     O sea, hoy no vamos a ver caballeros protegidos con cotas de malla, escudos con insignias y espadas; pero si vamos a encontrar guerrilleros y fuerzas militares en prácticamente todas las naciones del mundo.

     Los tiempos de oscurantismo estaban caracterizados por un terror religioso, que hacía ver que la vida del ser humano no valía nada y todo era una especie de castigo divino; perdiéndose el contacto con lo profundo de la existencia. Hoy ocurre algo semejante, pero en lugar de la religión, es la ciencia la que, a través de un enfoque materialista de la naturaleza, “desconectó” el alma del cuerpo, o el espíritu de la materia. De esta forma, tanto ayer, como hoy, la gente olvida el sentido de las cosas y de la vida en general.

     En la edad media europea primaba la pobreza, salvo para pequeños grupos que podían recabar provisiones. Hoy ocurre algo similar, algunas estadísticas dicen que el 99%[3] de la riqueza mundial está concentrada en el 1% de la población.

     En síntesis, si una edad es de oro o de hierro no lo determina el nivel tecnológico, los medios de comunicación o las formas de pago que existan; las edades sol altas o bajas, según los valores humanos que sustentan a las sociedades. En las edades medias el egoísmo, las pasiones, la corrupción y el fanatismo inundan el aire; las enfermedades y las pestes son moneda corriente; ayer y hoy.


¿Existe alguna solución?

     Pero no todo es tan dramático y siempre hay una luz esperando ser vista. Si pensamos que el ser humano es parte de la naturaleza, sus ciclos están sujetos a las leyes naturales. Por lo tanto, podemos buscar una solución natural.

     Estudiando la historia encontramos que las distintas edades medias vieron su fin en épocas donde la filosofía, la ciencia, la política, la religión y las artes (o alguna de estas vertientes) volvían a la vida. Estos tiempos fueron llamados períodos de renacimiento. Así, la edad media que mencionamos finalizó con el Renacimiento europeo.

     En esta etapa del ciclo, las artes principalmente, y las ciencias cobraron vida nuevamente; el ser humano volvió a descubrir que es parte de un todo y que la vida no es un castigo. Los valores atemporales resurgieron y se volvieron a plasmar ideas trascendentes. En el Renacimiento se volvió a encontrar el sentido de las cosas, entre ellas de la vida humana[4]. Se recupero el significado bien común.

     Según algunos filósofos, artistas, científicos y personajes de variados ámbitos, este renacimiento va a llegar a la sociedad, cuando llegue a cada uno de nosotros. En la medida que podamos alcanzar la coherencia entre nuestros pensamientos, sentimientos y acciones, se van a desarrollar sociedades armónicas, que sabrá convivir entre ellas y con la naturaleza que las rodea. Salir de la edad media y atravesar este valle de la historia está al alcance de nuestra mano. Ya que como cantaba Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota:


“Cuando la noche es más oscura, despunta el día en tu corazón”.


Franco P. Soffietti



[1] “¿La historia se repite?” Delia Steinberg Guzmán: https://biblioteca.acropolis.org/la-historia-se-repite/

[2] Hoy en las grandes ciudades no se ven las estrellas de noche, mientras que en ciudades chinas el Sol debe ser proyectado en pantallas para enterarse que existe, pues la niebla y el smog y no permiten verlo.

[3] “El 1% más rico tiene tanto patrimonio como todo el resto del mundo junto” de Ignacio Fariza: https://elpais.com/economia/2015/10/13/actualidad/1444760736_267255.html

[4] Esta idea se puede ver plasmada en el “Discurso sobre la dignidad humana” de Pico della Mirandola.

sábado, 7 de março de 2020

Tres preguntas heroicas en la búsqueda de sentido

Tres preguntas heroicas en la búsqueda de sentido

   Los tiempos que corren están caracterizados por la falta de estructuras, por la instantaneidad, la ausencia de compromisos estables y duraderos, como diría el sociólogo Bauman, son tiempos de amores líquidos; estamos atravesando lo que llama la modernidad líquida.

   Reflexionando filosóficamente, el agua como elemento puede provenir del cielo brindando la posibilidad de nueva vida al caer sobre la tierra; puede encontrar un cauce y convertirse en río llegando al mar, o encontrar un lago en el camino.

   En todos los casos, el agua necesita de una dirección clara y precisa. Hoy, en épocas de liquidez, por esta carencia de estabilidades bien definidas, más nos parecemos a un charco de agua derramado sobre una mesa de espejo. Permanecemos sin forma concreta, estancos, confusos, indefinidos. Pues decir que como sociedad nos vamos transformando espontánea y aleatoriamente “hacia donde surja”, en realidad podría estar escondiendo que olvidamos hacia dónde ir, que en realidad lo desconocemos.

   Si nos remontamos a lo clásico, que se vuelve clásico por trascender el tiempo y acercarse a lo atemporal, las escuelas de filosofía entendían que uno de los principales roles del ser humano como tal, se encuentra en el desarrollo de la virtud; en la práctica de valores humanos y trascendentes.

   Por eso las grandes civilizaciones se focalizaron en aprender a convivir y desarrollar una cultura que hiciera las veces de escuela para aprender a vivir; un lugar donde uno pudiera experimentar y poner en práctica lo aprendido teóricamente, dotándolo de comprensión. Acercándose así al entendimiento de las leyes que regulan a la naturaleza, a la sociedad en su conjunto y a cada uno de sus individuos.

   Pero la convivencia demanda poner en práctica numerosas virtudes: tolerancia, humildad, respeto, paciencia, entre muchas otras. Y el desarrollo de la virtud es el punto que unifica a todos los filósofos y pensadores naturales de los que tengamos registro: Aristóteles, Buda, Confucio, Platón, Marco Aurelio, el Inca Pachacutec…

   La virtud, para ser desarrollada, requiere que uno emprenda una guerra de dos filos, uno externo y uno interno. Las batallas más duras se dan dentro de uno mismo contra los miedos y defectos; uno vencería en la medida que pueda poner en práctica, como resultado, conductas verdaderamente humanas hacia afuera. Poder poner en práctica las virtudes y aprender a convivir, sabiendo que cada uno de nosotros está en una batalla constante, de las que a veces salimos victorioso y a veces nos retorcemos tras la caída, demanda una actitud inegoista.

   En las mitologías de todos los pueblos existe un modelo ideal de ser humano, un arquetipo que les inspiraba representando el ejemplo a seguir: el símbolo del héroe. Así Herakles en Grecia, Hércules en Roma, Gilgamesh en Mesopotamia, Arjuna en India, el Rey Arturo en Europa, Frodo, Don Quijote…¿tal vez Besouro Cordão de Ouro?

   El héroe se caracterizaba por tener habilidades desarrolladas puestas en práctica para el bien de la comunidad en que vivían. Destruir a los monstruos, emprender largos viajes, derrocar tiranías, darle movimiento y sentido a la historia, eran logros de estos personajes, que nunca tenían al egoísmo como base. Las obras del héroe unificaban a los pueblos, aportaban a la convivencia y dotaban de identidad.

   Pero en estas épocas nebulosas, la inestabilidad con la que se atraviesan los días nos vuelve temerosos, y el miedo nos vuelve egoístas. A las inseguridades en vez de darles lucha, las tapamos muchas veces con el materialismo y todo tipo de consumos. Este círculo vicioso va calando más profundo en cada ciclo, y nuestras acciones en vez de ser en pos de valores humanos, son en pos del individualismo.

   Queremos tener más dinero, poder comprar más objetos, ser reconocidos todo el tiempo, tener la razón y darles satisfacción a todos nuestros impulsos, por más animales que sean. De esta manera nuestro foco se intensifica sobre nosotros mismos y nos aislamos del resto; tanta luz sobre uno incandila y desorienta. No sabemos bien qué queremos hacer de nuestra vida; no sabemos cómo huir de los problemas; poco conocemos nuestros defectos, y adquirimos un escaso conocimiento de nuestras habilidades.

   Afortunadamente, parafraseando a Platón, no hay persona tan cobarde que el amor no haga valiente y transforme en héroe. En estos momentos que nuestra identidad como pueblos también no es nebulosa, todo podemos convertirnos un poquito en héroes en nuestra vida cotidiana. Y una manera es hacernos preguntas, reflexionar y ponernos en acción.

   El ser humano desde su surgimiento como tal, tiene la capacidad de hacerse preguntas. En la búsqueda de soluciones prácticas para el día a día, al comenzar una actividad, o al emprender la aventura de realizar un sueño, hay tres preguntas que podemos hacernos y nos aportarán algo de luz ante las incertidumbres. ¿Qué?, ¿por qué? Y ¿Para qué? Se vuelven casi palabras mágicas.

  Preguntarnos qué estamos por hacer, nos focaliza y nos permite concentrarnos en una actividad, organizarla; nos hace saber que no estamos viviendo bajo la inercia, si no que estamos conduciendo -bien o mal- nuestra personalidad.

   También tendremos que descubrir por qué lo estamos por hacer. Esta segunda respuesta nos acerca a entender cuál es la necesidad; a dónde es necesario que yo actúe y en qué modo.

   Finalmente, el para qué, nos va a traer la respuesta a cuál es el fin de mis deseos. Esto nos puede recordar a las enseñanzas de los estoicos, cuando hablaban que el universo evoluciona a través de dos fuerzas: la necesidad y la finalidad. Todo ocurre porque es necesario que así sea, y todas las cosas buscan un mismo fin.

   Si el objetivo del ser humano es aprender a desarrollar las virtudes, claro está que nuestras acciones deben ir en esa dirección. Si lo que vamos a emprender está sustentado en deseos egoístas o está impulsado por nuestros miedos, seguro va a decantar en que nos separemos y alejemos de las personas. Si nuestros pensamientos, emociones y acciones se dirigen hacia la práctica de los valores humanos, es más probable que una mejor convivencia pueda alcanzarse. Si creemos en las palabras del filósofo Confucio: una sociedad será mejor, en la medida que cada uno de sus ciudadanos sea mejor. Y con mejor me refiero a ser coherente, íntegro, humano (y no una piedra, un vegetal o un animal).

   Ser conscientes de nuestros actos (y para eso pueden ayudar las preguntas), experimentar la vida, reflexionar sobre nuestras experiencias puede hacer que nos sintamos más seguros, más unidos a los demás y a la naturaleza. Saber responder a los qué, a los por qué y a los para qué, nos ayuda a despejar la niebla de la duda y a recobrar claridad, ya que “ningún viento le es favorable al barco que no sabe a qué puerto se dirige” comentaba Séneca por el siglo I de nuestra era. Rastrear el ¿qué?, el ¿por qué?, y el ¿para qué?, bucear buscando el sentido de las cosas, en estos tiempos puede convertirse en un acto heroico.

   Creo profundamente que podemos recuperar el sentido de orientación como sociedad, siempre que podamos recuperarlo en nosotros mismos. Sólo necesitamos voluntad para emprenderlo y continuarlo; amor para alimentarnos e inteligencia para concretarlo y superar las barreras que nos distancian a unos de otros.

Franco P. Soffietti